que no te intoxique el mal ambiente de tu trabajo, como sobre pasar un trabajo infortunado.

El trabajo no abunda, las posibilidades de ascender son cada vez menores y los salarios no viven precisamente su mejor momento. Ante tal panorama, muchas personas se ven obligadas a aferrarse a un puesto que, en otras circunstancias, habrían abandonado sin pensárselo. Un mal ambiente laboral, problemas con los superiores o los compañeros, baja remuneración o jornadas de trabajo interminables suelen ser algunos de los factores decisivos a la hora de encontrarse a disgusto en una empresa. En otras ocasiones, aceptar un puesto que no corresponde con nuestras expectativas más altas es inevitable en cuanto que, en la mayor parte de carreras, los primeros años exigen un sacrificio mayor que nos permitirá más tarde gozar de ciertos privilegios.
Tanto para unos casos como para otros, una relativamente extensa bibliografía se ha producido con el objetivo de proporcionar consejos a aquellos trabajadores que, conscientes de que no pueden abandonar su puesto de trabajo, sí tienen en su mano cambiar su situación en el mismo, tanto haciéndose un hueco en la empresa mejorando su relación con los que le rodean como afrontando los retos diarios de una manera más positiva. Entre las pequeñas tácticas que podemos adoptar para aguantar la situación todo el tiempo posible se encuentran las siguientes.
Además de adaptarnos a la empresa, podemos intentar mejorarla desde dentroEvitar las reacciones impulsivas. En Brilla. Sobrevive y destaca en el trabajo (Conecta), uno de los mejores libros sobre el tema, Chris Baréz-Brownseñala que uno de nuestros principales enemigos son nuestras emociones y la falta de control que tenemos sobre ellas. El autor indica que con demasiada frecuencia caemos rápidamente en lógicas del tipo “mi jefe no cree en la creatividad, pero yo soy creativo, por lo tanto, no cree en mí y debería buscar otro trabajo”. Baréz-Brown señala que este tipo de razonamientos son muy perjudiciales, ya que lo que debería servir para conocer lo que se exige de nosotros se convierte sin embargo en una circunstancia que nos hace pasar un mal día. En esos momentos, debemos pararnos, analizar nuestras emociones e intentar que estas no envenenen nuestro ánimo.
Observa a tus compañeros. Llegar a una nueva empresa puede ser algo traumático en muchas ocasiones, en cuanto que no sólo la cultura de la misma nos puede resultar ajena, sino que no comprendemos las dinámicas establecidas entre el personal, los superiores y las diferentes secciones. Por ello mismo, Melissa Woodson señala en AOL Jobs que la observación puede ser una herramienta útil en los primeros momentos de nuestra andadura en una firma. De esa manera, podremos averiguar qué personas son de confianza y pueden ayudarnos en nuestra integración y cuáles son los comportamientos que se premian dentro de la empresa, y cuáles son rechazados.
Piensa como un socio, no como una víctima. Aunque el tema principal de Change Better: Survive –and Thrive– During Change at Work and Througout Life (Agate B2) no sea el de la adaptación a la empresa, sí proporciona alguna enseñanza válida en un panorama laboral marcado por la inestabilidad y el cambio contante. Pero no sólo nosotros debemos adaptarnos continuamente a la compañía, sino que debemos intentar mejorar aquellas de las que formamos parte. Su autora Jeanenne LaMarsh señala que en muchas ocasiones el disgusto con nuestro entorno es tan grande que nos mantenemos al margen de él, nos consideramos víctimas y nos marginamos de las dinámicas del mismo. La fundadora de LaMarsh Global señala que “incluso si la organización para la que trabajas no parece preocuparse por tus necesidades, puedes hacer mucho por ti mismo identificando cuáles son tus problemas y qué puedes hacer para aliviarlos o hacer que desaparezcan”.
Quejarnos continuamente puede ser útil en el corto plazo, pero no en el largoCuidado con expresar tu frustración. Aunque se suele decir que expresar nuestros sentimientos suele ser la mejor forma de aliviar tensiones, en el caso del mundo laboral, donde la racionalización es más importante que la pasión, no es así. Como señala David McRaney, autor de You’re Not So Smart: Why You Have Too Many Friends in Facebook, Why Your Memory Is Mostly Fiction and 46 Other Ways You Are Deluding Yourself (Gotham), quejarse de manera constante y efusiva “es echar más gasolina al fuego”. El problema, señala el autor, es que sentimos un bienestar inmediato cuando nos quejamos, ya que se activan las mismas partes del cerebro que cuando se consume una droga o se hace el amor. Sin embargo, ello tiene consecuencias negativas, porque en lugar de relajarnos en el futuro, lo único que se consigue es que busquemos ese alivio de manera constante. Además, como señalaba un estudio publicado este mismo año por el departamento de neurología de la Universidad de Stanford, la expresión continua de mensajes negativos puede perjudicar el buen ambiente de la oficina, especialmente a aquellas personas neutrales que terminan asimilando de manera inconsciente esas ideas destructivas.
Encuentra un equilibrio. Ninguna relación, ya sea personal, amorosa o laboral, es completamente satisfactoria. Siempre habrá detalles que no nos terminen de gustar, nos depriman o nos resulten molestos, pero también habrá algo que nos haga disfrutar. Como señala el periodista Adam Dachis en un artículo publicado en LifeHacker, “aunque es más fácil decirlo que hacerlo, se pueden adoptar ciertas estrategias que marquen la diferencia”. Esto se traduce no en grandes cambios en nuestra vida o nuestro trabajo, sino en los pequeños detalles que nos pueden proporcionar momentos de felicidad en el día a día. Dachis señala que eliminar algunas cosas que nos molestan y reemplazarlas por otras que nos hacen relajarnos (como comer con unos compañeros en lugar de otros, tomar un descanso fuera de la oficina en lugar de quedarnos enganchados al ordenador) puede marcar la diferencia entre querer abandonar el trabajo o pasárnoslo bien en él.

Averigua qué espera tu jefe de ti. Una las dificultades a superar más habituales es la que concierne al superior inmediato, cuyas exigencias pueden ser excesivas, desproporcionadas o incluso confusas. En 2005, Marilyn Haight publicó el libro que, como aseguraba, “ningún jefe quiere que leas”. Más allá de las estrategias de marketing, lo que es cierto es que en su ensayo Who’s Afraid of the Big, Bad Boss? (Worded Write), la escritora identifica trece tipos distintos de jefe y proporciona herramientas para tratar con ellos (y también, estrategias a evitar). Entre esta clasificación se encuentran “el represor”, “el trepa” o “el frustrado”. En el caso de los trepas, pretenden que seas capaz de responder por ti mismo ante las dificultades del departamento, sin molestarles; en el del represor, que tiende a criticar a sus empleados, que no interfieras con sus tareas; y en el del frustrado, una de las peores categorías ya que ponen a prueba la autoestima de todos los empleados, pretenden que acates sus órdenes sin salirte del guion, con la mayor rapidez posible.

Un trabajador feliz es mucho más productivo que uno que no lo esAnaliza tus hábitos y elimina los perjudiciales. Recordando que el diablo está en los detalles, muchas de las cosas que perjudican nuestro bienestar a lo largo de la jornada están relacionadas con aquellos comportamientos que llevamos a cabo de manera inconsciente y que en muchas ocasiones, nos perjudican sin saberlo. Chris Bárez-Brown sugiere que, por ejemplo, nos fijemos en el café que tomamos a lo largo del día (y que puede ponernos más nerviosos de lo que deberíamos), en la forma que tenemos de llegar al trabajo (¿transporte público, coche, a pie?) y dónde comemos (¿en un restaurante, en casa con la familia?). Quizá alterar esas costumbres cambie nuestro estado de ánimo.

Recuérdale a tus jefes que la felicidad es importante. Si todo lo anterior falla, quizá no nos quede otra que marcharnos si no queremos acabar por completo con nuestra salud mental, por mucho que ello comprometa nuestro bienestar material. Sin embargo, todos los superiores, dueños y demás personal al mando de grupos de trabajo deben tener siempre presente que un trabajador feliz es un trabajador mucho más productivo que uno que no lo es, algo especialmente sensible en un momento en que los propietarios se escudan en que el altísimo paro les permite sustituir a cualquier empleado rápidamente. Quizá como trabajadores recordar el siguiente dato a la mano que nos alimenta no sea lo más indicado, pero las estadísticas demuestran que los trabajadores descontentos cuestan a la economía americana unos 300 mil millones de dólares al año y que los empleados más felices producen un 12% más mientras que los infelices llegan a hacerlo un 10% menos. Así que si no estás satisfecho, quizá no seas tú el único que esté pagando las consecuencias.



ojo todo lo recomendado y dicho aquí ha sido puesto a prueba por diferentes personas en sus lugares de trabajo, con una buena expectativa en cuanto lo que buscan y lo que quieren.

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